¿Qué hacemos cuando hacemos análisis?

«Qué hacemos cuando hacemos análisis?», es una pregunta que formula Lacan en el primer capítulo de El Seminario: libro 1. Aquí realiza una introducción a los comentarios sobre los escritos técnicos de Freud.

En este, Lacan comienza hablandole a los asistentes de su seminario:

«Es la ley misma y la tradición del seminario, que quienes participan en él aporten algo más que un esfuerzo personal. Una colaboración a través de comunicaciones efectivas».

Se pone en primer plano la necesidad de usar el término seminario de modo apropiado.  Un curso supone un saber previo, en el seminario hay construcción de saber de un modo descentrado.

Lacan lo enuncia de esta forma:

“Si no vienen aquí a fin de cuestionar toda su actividad, no veo por qué están ustedes aquí”.

No solo invita a re-pensar la teoría y la práctica en forma constante, sino que además, establece esta actitud crítica como condición sine qua non de todo psicoanalista.

“Entre quienes son analistas y piensan (lo que ya restringe el circulo) no hay quizá ni uno que, en el fondo, esté de acuerdo con sus contemporáneos o vecinos respecto a lo que hacen, a lo que apuntan, a lo que obtienen, y a lo que está en juego en el análisis”.

Ahora bien, ¿qué hacemos cuando hacemos análisis?

La experiencia analítica es una relación de tres, y no de dos, dice Lacan, si se toma en consideración el valor de la palabra como central, considerandola a esta, como con entidad propia en el contexto del análisis.

El elemento esencial del progreso analítico, y el punto de partida de Freud -también aquel que nunca abandona- es la restitución del pasado en lo singular de cada caso:

“(…) que el sujeto reviva, rememore, en el sentido intuitivo de la palabra, los acontecimientos formadores de su existencia, no es tan importante, lo que cuenta es lo que reconstruye de ellos”.

El término “Reconstrucción”, que Freud nunca deja de emplear,  se trata de la lectura que hace el sujeto del criptograma que representa lo que posee actualmente en su conciencia.  Y no solamente de él mismo, como unidad, sino del conjunto de su sistema.

Entiéndase por sistema, lo dicho por Lacan al referirse a la serie de defensas, negaciones, barreras, inhibiciones, fantasmas fundamentales que orientan y dirigen al sujeto.

Lacan agrega en este punto, que no es tan importante que el sujeto recuerde sino que lo fundamental es que aquel reescriba la historia. Y la utilización de esta palabra no solo indicaría que vuelve a escribir, sino que además,  le añade algo nuevo.

Lacan confronta esta concepción freudiana con quienes transformaron la práctica de este último en una relación analista-analizado, en el sentido de “una descarga homeopática del sujeto, de su aprehensión fantasmática del mundo”.  Lo cual indica que se trataría entonces de obtener una readaptación del paciente a la realidad, siendo el ego del analista, su medida.

Las condiciones de posibilidad han sido las nociones que Freud introdujo en el período ulterior a los escritos técnicos.  Existe una distancia entre el ego de “Estudios sobre la histeria” -masa ideacional- y la última teoría (1920), donde de las tres instancias, el ego es la que cobra más importancia.

Esa teoría se presenta como si pudiera incorporarse a la psicología clásica.  De ese modo, el yo sería la “persona” a quien se dirige el analista, su aliado; a diferencia del papel funcional que cumple en la teoría freudiana,  cuyo campo de investigación es la realización de la verdad del sujeto y no su realidad.

 

Lic. Gabriela R. Rivera -MP 55302-

Bibliografía:

Lacan J. (1954) «El Seminario de Jaques Lacan: libro 1: los escritos técnicos de Freud» 1a. ed.  – Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Paidós, 2019.

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