«Escribir es una forma de terapia. A veces me pregunto cómo se las arreglan los que no escriben,
los que no componen música o pintan, para escapar de la locura, de la melancolía, del terror
pánico inherente a la condición humana»
Graham Greene.
Comencemos este artículo haciendo un ejercicio: Imagina a un escritor (o escritora), ¿en qué pensas? Tomate unos segundos… Bien, seguramente estarás pensando en una figura sentada delante de un escritorio, con lentes y un café a su lado. Miles de papeles arrugados a su alrededor, una computadora y una obsesión: escribir.
Ahora bien, pensemos en aquella persona a la cual este escritor o escritora le dirige sus publicaciones. Tomate también unos segundos…
Seguramente estarás pensando en hombres y mujeres, niños, niñas, alguien. Lo cierto es que nos cuesta imaginar que el interlocutor sea una simple hoja de papel en blanco. ¿De dónde viene la idea de que la escritura tiene que estar siempre dirigida a un otro?
Si nos despojamos de los significados culturales vamos a llegar a la simple conclusión de que un escritor es solo alguien que escribe y el ejercicio de la escritura es una herramienta para beneficiarnos nosotros mismos:
1. Poner en movimiento el pensamiento,
2. Favorecer la expresión,
3. Beneficiar la salud física y mental
4. Desarrollar la creatividad.
El pensamiento es un lenguaje silencioso y caótico a la vez. Damos vueltas y vueltas en torno a las ideas que se nos presentan sin poder, muchas veces, hacer nada productivo con ellas. La escritura, en este sentido, nos invita a poner un poco de orden, a establecer prioridades, a planificar, a tomar distancia de nuestros conflictos o inquietudes y tener una mejor visión. Y cuando tenemos una mejor perspectiva sobre las cosas podemos gestionarlas de manera más saludable.
Expresarnos a través del acto de escribir es animarnos a poner en palabras aquello que no podemos decir en voz alta. Liberamos emociones que estaban enquistadas en nuestra mente por haberlas alojado con una estadía all inclusive. Resolvemos debates internos interminables, podemos reflexionar y abrirnos a nuevos puntos de vista, podemos permitirnos hacernos nuevas preguntas y ensayar respuestas distintas.
Y así como mejora nuestra salud mental, también mejora nuestra salud física. Escribir nos ayuda a deshacernos del estrés y sus consecuencias, nos ayuda a disminuir la ansiedad, mejora el insomnio, el estado de ánimo, y además favorece el sistema circulatorio e inmune.
Viktor Frankl, conocido autor de El hombre en busca de sentido (1946), su libro constituye una muestra de que poner por escrito situaciones tan adversas, nos facilita una herramienta más de la cual valernos para superarlo. De igual forma, escribir Paula (1994) supuso para Isabel Allende una ayuda en relación con el dolor por la muerte de su hija. Son casos en los que los escritos se dieron tiempo después de pasar por aquellos duros momentos. Pero también es cierto que puede ser de utilidad durante la vivencia de los mismos, como es el caso del Diario de Ana Frank (1947), con frases como “Espero poder confiártelo todo como aún no lo he podido hacer con nadie, espero que seas para mí un gran apoyo” en referencia a su diario.
En conclusión, escribir puede ser un ejercicio terapéutico altamente beneficioso para nuestra salud. Es muy común no animarse a hacerlo solo, no sabemos por dónde ni cómo empezar, no nos sentimos inspirados o capaces, no encontramos las palabras, entre otros motivos. Por eso es necesario hacerte saber que te puedo acompañar en ese proceso. Súmate a mi Taller de Escritura Terapéutica, es individual, confidencial y te acompaño a buscar beneficios para tu salud física y mental.
Lic. Gabriela R. Rivera
Psicóloga MP 55302
Me interesa tener info sobre el curso de escritura terapeutica
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