Entre la responsabilidad y la victimización.

Todo lo que nos pasa nos pertenece. Los logros, los fracasos, las buenas relaciones, las relaciones tóxicas, las alegrías, la angustia, los miedos, las oportunidades que llegan, las oportunidades que se terminan y las que nos pasan por al lado como ese tren al que vamos corriendo por alcanzarlo y finalmente se va.

Lo que nos ocurre no es independiente de nosotros, aunque a veces no sepamos muy bien en qué tuvimos que ver.

Los éxitos o los fracasos, la paz o la angustia aparecen como resultado de un millón de pequeñas acciones y decisiones que tomamos todos los días.

¿Somos víctimas o somos responsables?

En el primer caso, la víctima no se hace cargo de nada. Todo lo que le sucede es culpa de su marido, de su mujer, de su hijo, de la sociedad, de la crisis, del jefe, de la vecina, del amigo, etc. La víctima siempre encuentra alguna persona a quien culpar y no sólo eso sino que no puede verse como parte de la historia. Como es una víctima no tiene nada que rectificar ni nada que pararse a evaluar. Por eso llora, se queja y busca que los demás le den la razón. Siempre digo que es mas fácil mirar la paja en el ojo ajeno, pero lo que tiene de fácil también lo tiene de tóxico.

La persona responsable hace algo muy diferente. Para empezar, se involucra en lo que le sucedió. Sabe que de alguna forma, más visible o invisible, está implicada en esa situación, y no solo esto sino que además tiene la valentía y el compromiso de hacer algo para remediar o salir de esa situación.

Hacerse responsable es poder decir: “sí, todo lo que me pasó lo fui creando yo, con mayor o menor conciencia… Pero dispongo de los recursos para hacer algo diferente, si es que elijo hacerlo”.

Sí, ya sé, hay cosas de las que no somos responsables. Por ejemplo, la pérdida de un ser querido, una inundación que nos haga perder todo, un accidente de trafico o un abandono. De todas formas, incluso si vivimos circunstancias que no hemos provocado ni hemos tenido nada que ver siempre tenemos una cuota de responsabilidad que nunca vamos a perder: nuestra actitud.

O nos instalamos en la queja o buscamos un sentido.

Lo dijo Víctor Frankl en “El hombre en busca de sentido”: Si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento.

Cuando buscamos un sentido a nuestra angustia, nos estamos haciendo responsables.

Al final asumir retos, equivocarnos, rectificar, atravesar experiencias e intentar ser cada día mejores (para luego volvernos a equivocar a los diez minutos) ¡significa que vivimos! En esto consiste el camino del ser humano: en transitar experiencias, equivocarse y aprender.

Entre la responsabilidad y la victimización.
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