“Solo existen dos días en el año en los que nada puede ser hecho. Uno se llama ayer y el otro mañana. Por lo tanto hoy es el día ideal para amar, creer, hacer y principalmente vivir“. Dalai Lama.
Muchas veces, en el transcurso de la vida, nos vemos en la situación de estar postergando algo que deseamos mucho. Nos servimos de miles de excusas y postergamos: «Lo haré cuando termine mi carrera» ; «Ahora no tengo tiempo» ; «Cuando tenga un trabajo mejor» , etc.
Pero si es un deseo, por qué se posterga?
Todos pasamos alguna vez por esto. Tenemos un proyecto, una ilusion, pero lo dejamos para otro momento, le damos vueltas al asunto varias veces buscandole una supuesta solucion. A veces esto opera como una tendencia evitativa pero cuando esa duda impide a alguien actuar, apropiarse de ese deseo que lo hará crecer o que simplemente conlleva cierto cambio, entonces se podría decir que tiene una connotación patológica.
Esto define la manera en que una persona se relaciona con su propio deseo. Como lo transita y como lo resuelve.
Evitar una acción o una decisión está relacionado con volver imposible eso que se desea, ya que la ejecución del deseo podría cambiar nuestra identidad.
Por un lado, un objetivo o anhelo puede desencadenar entusiasmo por la vida, motivación, acción, proyectos, y por el otro puede desplegar estrategias para evitar la angustia que conllevaría tal cambio. Lo fundamental es poder interrogarse sobre el por qué hay tanta proximidad entre el deseo, la culpa y la angustia. ¿Qué representa ese deseo? Por qué es necesario el rodeo, la postergación?
Este síntoma esta altamente relacionado con la temporalidad. En el inconsciente predomina la idea de que la muerte no existe. No hay percepción del tiempo. Un ejemplo es cuando envejecemos. Muchas veces sucede, sobre todo cuando hay una dificultad en la elaboración de este período de la vida, que nos encontramos con la percepción de que solo el cuerpo envejece, pero por dentro nos sentimos siempre los mismos. Nos sentimos siempre jóvenes, lúcidos, capaces. Nos cuesta aceptar la finitud y la proximidad de la etapa final de la vida.
La duda entonces, viene a representar un mecanismo de defensa para evitar el desarrollo de angustia que conllevaría la puesta en acto de una decisión tomada. En las elecciones que hacemos cotidianamente también hay una pérdida. Hay algo que no estamos eligiendo, a lo que estamos renunciando y esa pérdida y renuncia presentifica la idea de la muerte. Este mecanismo hace que uno permanezca parado siempre en un mismo lugar.
Hay tres momentos lógicos en cuanto a la temporalidad de una acción: el instante de ver, el tiempo de comprender y el momento de concluir. Todo el mundo pasa por los tres tiempos, pero algunos se detienen más en los momentos de ver y comprender: quieren calcular antes de concluir o simplemente utilizan la comprensión como una excusa.
¿Hasta donde podemos llegar viendo como transcurre la vida sin apropiarnos del deseo que nos habita?
Lic. Gabriela R. Rivera