“Si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento “– Viktor Frankl –
En la crisis pensamos. Nos re-pensamos. Nos cuestionamos cosas que antes parecían obvias y no necesitaban de un detenimiento, de mirarnos en distintas variantes, de distinto modo. Las crisis implican pensamientos que envueltos de emociones, nos resultan contradictorios, incongruentes; pensamientos que nos sumergen en paradojas y verdaderos dilemas. El aquí y ahora se cubre de tensión, ansiedad y angustia que básicamente toman forma de preguntas dirigidas a nosotros mismos.
Hay diferentes tipos de crisis, entre otras, las vitales y las accidentales. En estas ultimas, algo nos toma por sorpresa, hechos imprevistos y que, en algun punto provienen del exterior: Un despido laboral, la muerte de un ser querido, las inundaciones, entre tantos ejemplos. Las crisis vitales, no menos importantes, tienen que ver con el desarrollo y crecimiento de la persona.
Tienen que ver más con replanteos existenciales y nuestro transitar por la vida: proyectos y sueños, objetivos pendientes, el estar conforme con esto que soy hoy y también cuestiones relacionadas con los cambios corporales que trae el paso del tiempo. Más allá de las diferencias entra unas crisis y otras, todos atravesamos momentos críticos.
La cultura occidental, hace hincapié en la crisis como un lugar de peligro en tanto la pérdida del equilibrio y de la seguridad con la que nos veníamos desarrollando. Y al mismo tiempo, como un espacio de oportunidad ligada a la posibilidad de cambio, de pararnos en la vida con una mirada distinta, de volver al equilibrio a pesar de las adversidades.
Y esto nos introduce en el tema de la resiliencia, o la capacidad del ser humano de enfrentar y sobreponerse a situaciones adversas. Tiene que ver con afrontar y superar aquello que nos resulta un obstáculo para poder retomar el camino de la vida.
Boris Cyrulnik explica que la tendencia a contarnos el relato de lo que nos ha pasado constituye un factor de resiliencia a condición de que demos un sentido a eso que ha pasado y de que procedamos a una reorganización afectiva. Para realizar un relato de nosotros mismos que exprese nuestra identidad personal hay que dominar el tiempo, construirnos una representación del tiempo pasado y del tiempo por venir. Aquí se instala un dispositivo capaz de dar sentido al mundo que percibimos. Esta es la razón de que haya que esperar al final de la frase y de la vida para que aparezca el sentido, mientras tanto este, está en constante reorganización. Para componer un sentido es necesario compartir un proyecto y que este sea duradero y diversificado.
Muchas veces se puede solo. Otras no y claramente sentimos la necesidad de ayuda. Ayuda que no nos hace ineficientes ni nos vuelve mas débiles, sino que nos hace mas fuertes por el simple hecho de darnos cuenta y querer salir. Pedido de ayuda que en alguna medida nos muestra nuestro lado resiliente y nos contacta con la elección de sobreponernos y reestablecernos en la vida.
Te invito a que te animes a dar ese paso para acompañarte en el proceso de posicionarte de manera diferente ante los conflictos, para poder verlos como una oportunidad y no como un obstáculo. Podés contactarte conmigo a través del formulario de contacto de esta página o al teléfono (0221) 15-350 04 54.
Nunca es tarde. Siempre estás a tiempo.
Lic. Gabriela R. Rivera
Fuente:
– Revista Nueva Opción, Año 2, Nro 5 pág 3.
– Cyrulnik, Boris “El amor que nos cura” Gedisa Editorial