El final de una historia sin felicidad ni perdices, la muerte de alguien amado, los eventos impredecibles. Una traición que no esperábamos y la confianza hecha pedazos. Las elecciones de los hijos y la vejez de nuestros padres. La decisión de continuar o ponerle punto final a una historia. El paso del tiempo y sus consecuencias. Las arrugas en nuestra piel, las canas que llegan para quedarse a vivir en nuestro pelo. Ser elegido o abandonado, cuidado o maltratado, respetado o herido.
Todo eso no decidimos. Escuchamos que nos dicen “confía, tene fe, pensa en positivo!”. Confiar es poner nuestro corazón en manos de otro. Hay situaciones que llegan y no hay forma de escapar de ellas. Encuentros que no se concretan, fantasmas que despiertan. Somos vulnerables. Parados sintiendo un vacio inmenso bajo los pies. La razón haciendo preguntas que el corazón no responde. Las cosas que son decididas sin que seamos consultados o prevenidos.
La vida misma poniéndonos a prueba en los momentos donde saber o no saber no importan. No se trata siempre de lo que dicen los libros ni de lo que alguna vez nos prometieron, o lo que alguna vez elegimos creer o como deberían ser las cosas.
Lo que damos, cuanto cuidamos y respetamos, como recordamos a alguien que ya no esta, lo que aprendemos de un punto final, como navegamos por la incertidumbre, como reaccionamos ante las opiniones de los demás, como respetamos los espacios individuales, el tuyo y el del otro, como nos miramos en el espejo a través de los años, como tratamos a las marcas de nuestro cuerpo, como soltamos las amarras y nos fortalecemos, son todas cosas que si podemos elegir aun no habiendo elegido estar frente a ellas.