Al menos un momento

“Los hombres olvidan siempre que la felicidad humana es una disposición de la mente y no una condición de las circunstancias.”

-John Locke-

 Adopté la rutina de, una hora por día, alejarme un poquito de mi misma. Igual a la rutina diaria del gimnasio pero lo bauticé como una hora de gimnasia mental.

Todos necesitamos ese rato alejados de nuestro ser.

Cortar el cordón umbilical con nuestra herida.  Hablar menos, escuchar más. Hacer pausas, ver que tiene el otro para decir. Sobre todo qué necesita el otro decir.

Tomo distancia de mí y de mis heridas cuando levanto el volumen de la música y me animo a bailar, con los ojos cerrados, como si nadie me viera. Cuando dejo de mirar el paisaje a través de una cámara de fotos y me vuelvo parte del cielo que contemplo.

Cuando miro a quien tengo sentado en frente, y no al de al lado. Y no solo cuando lo miro, sino también cuando lo veo. Veo al otro cuando puedo traspasar los filtros de su cuerpo y ver su alma.

Me alejo de mi misma cuando puedo sentir como la arena se escurre por mis dedos. Cuando cierro los ojos y me siento parte del mar en el vaivén de las olas. Cuando corro y me hago parte del viento que me pega en la cara.

Corto conmigo y mi dolor cuando valoro la flor al olerla. Cuando me pierdo en una mirada sin importar de quién sea. Cuando ofrezco un hombro y no un pañuelo. Cuando viajo. Cuando sueño. Cuando agradezco. Cuando en lugar de llorar por todo lo que me falta, sonrío por todo lo que tengo.

Alejarme de mi misma una hora por día, forma parte de sanar.  Y para eso hay que sacar la nariz de nuestro dolor un poco. Dejar de apretar la herida, darle aire para cicatrizar.  A su tiempo y a su modo. Olvidarnos de lo mal que nos salió lo que hicimos y también, lo que no hicimos y pudimos haber hecho.

Alejarnos de las estrategias que incansablemente buscamos para que el mundo se acomode a nuestros deseos, en lugar de aceptar y ser felices con lo que tenemos, con lo que nos da y con lo que nos dió la vida.

De eso se trata, de distanciarnos de nosotros mismos un rato,  porque un rato alcanza para cambiar un momento. Y a veces, un momento, es todo lo que tenemos.

Lic. Gabriela R. Rivera

 

Al menos un momento
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